¡Buenos días!
Algunos sabréis, via Facebook o Instagram , que una mitad de Tricinio el viernes se iba de taller
Navideño. No fue hasta una semana antes cuando tome la decisión de apuntarme,
pero pasé la semana deseando que llegase el
viernes.
Los ovetenses lectores del blog seguro que conocéis a las
chicas de Flores el Invernadero. No hay
nada como pasearse por la calle González del Valle para darse cuenta de las
maravillas que son capaces de crear. Espacios con una atmosfera única y
especial y sin duda eso era lo que nos esperaba la tarde del viernes.
Nuestra cita comenzaba a las 5 en la cafetería vecina a la
floristería. Una gran pizarra con el listado de cursos y unos faroles nos daban
la bienvenida. En el interior todo estaba preparado. Ningún detalle quedaba sin
cuidar y el ambiente navideño, villancicos incluidos, nos envolvió desde el
primer momento. Todas estábamos expectantes y deseosas de aprender lo máximo
posible a lo largo de la tarde.
Cuando ya estábamos todas empezó el curso.
La primera parte consistía en una demostración del paso a
paso de la construcción de la corona para la puerta.
Los dedos de Bea bailaban entre el pino, la corona de
esparto y los alicates. Lo difícil lo hacía fácil. Nosotras mirábamos con una
mezcla de miedo y admiración. Seguro que a más de una se nos pasó por la cabeza
si seríamos capaces de hacer lo mismo.
Y llegó nuestro turno, solas ante el peligro. Bueno, solas
no, porque Bea y Belén estuvieron en todo momento pendientes de nosotras para
enseñarnos trucos y aconsejarnos.
¡Todo un privilegio!
Nos colocamos el mandil y empezamos a colocar el pino como
nos habían indicado. ¡Horror! Lo que antes parecía sencillísimo no resultaba
tanto, pero eso fue sólo al principio. Una vez que le cogimos el truco las
cosas empezaron a salir a las mil maravillas. Cada una iba creando su corona.
Se respiraba concentración en el ambiente, pero unas con otras nos íbamos ayudando.
Tenazas, alambre, pino y los toques de color que daban las
limas y las naranjas secas, las manzanas y las piñas… Todo inundaba la mesa de
trabajo.
Si mirabas a izquierda y
derecha veías que las coronas empezaban a tomar forma. Todas diferentes, pero
todas bonitas únicas y eso nos animaba a seguir creando.
Y así transcurrió la tarde. Las horas pasaron volando y el
taller llegó a su fin con una pequeña merienda acompañada de un cafetín para
recuperar fuerzas.
¡Delicioso!
Una tarde genial y diferente, de esas que merecen la pena.
Dejamos el local con la sonrisa puesta, la satisfacción de haber sido capaces y
el orgullo de ver nuestras coronas terminadas que lucirán todas las Navidades
en nuestras casas.
¡Altamente recomendable!
¡Gracias chicas!
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